lunes, 28 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL PRIMER IZAMIENTO DEL PABELÓN NACIONAL


“Aquí está la bandera idolatrada,

la enseña que Belgrano nos legó,

cuando triste la Patria esclavizada

con valor sus vínculos rompió.”


El día 27 de febrero de 1812 el General Manuel Belgrano hace enarbolar por primera vez la bandera argentina. Al inaugurar dos baterías de artillería cerca de Rosario, Provincia de Santa Fe, construidas para bloquear la navegación por el Río Paraná a la flota española con base en Montevideo, hace enarbolar una bandera “celeste y blanca, conforme a los colores de la escarapela nacional” (que provenían de los colores Borbónicos de la casa de Fernando VII) y jurarla por las fuerzas allí presentes.

La primera vez que la bandera se izó en Buenos Aires fue el 23 de agosto de 1812, en la torre de la iglesia de San Nicolás de Bari, donde hoy se encuentra el Obelisco. La Asamblea de 1813 promovió en secreto su uso, pero no produjo normas escritas al respecto. El Gobierno no deseaba insistir en ese momento con símbolos independentistas.

Tras la declaración de independencia el 9 de julio de 1816, la bandera azul celeste y blanca fue adoptada como símbolo por el Congreso el 20 de julio de 1816; el Congreso le agregó el sol el 25 de febrero de 1818.

El 8 de junio de 1938, con aprobación del Congreso, el entonces Presidente de la Nación, Roberto M. Ortiz, promulgó la ley 12361. Esta dispone que el 20 de junio es el Día de la Bandera y lo declara feriado nacional, como homenaje a Manuel Belgrano (Fallecido el 20 de junio de 1820).

La Bandera Argentina está compuesta por tres franjas horizontales de igual tamaño, la superior y la inferior de color azul celeste, y la central blanca; en el centro, un sol amarillo oro.

Las medidas de la Bandera Oficial son 1,40 m de largo por 0,90 m de alto (Es decir, una proporción 9/14).

Los argentinos llamamos simplemente celeste al tono claro de azul de nuestra bandera (en inglés, el adjetivo cerulean significa lo mismo, “color del cielo”). De modo que celeste y blanca es más frecuente que azul y blanca al referirnos a la bandera. Más allá de esta definición, se ha debatido desde siempre cuál sería el tono exacto de este celeste o azul claro.

Cuando la nueva bandera flameó frente al Paraná, Belgrano dijo a los soldados: "Esta será la divisa con que marcharán al combate los defensores de la patria".Recordemos Siempre nuestro Juramento a la Patria, de seguir constantemente su Bandera y defenderla hasta perder la vida.

Ejercito Nacional.


Dibujo de Héctor Ruben Arenales Solís



viernes, 18 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE HUMAITÁ


Guerra de la Triple Alianza. Marcos Paz, vicepresidente de la República Argentina, había muerto en Buenos Aires por la epidemia de cólera que traída del frente de guerra, se propagó como una maldición durante el verano de 1867-68. La verdad es que los brasileños – dueños casi únicos de la guerra, pues solamente del Imperio llegaban refuerzos y armas – se pusieron serios con Mitre después del feo desastre de Tuyú-Cué y le impusieron volverse a Buenos Aires. Constitucionalmente no era necesaria su presencia, no obstante la muerte de Paz, porque el gabinete desempeñaba sus funciones (no había ley de acefalía) y faltaban escasamente ocho meses para la conclusión del período presidencial. Pero Brasil quería apresurar la conclusión de la guerra.Alejado Mitre (para no volver más), las perspectivas fueron más risueñas para Brasil: Caxias volvió a tomar el mando en jefe. Tal vez no había leído a Federico II, pero llevaba a Mitre la ventaja de ganar batallas.Sin el general en jefe todo resultaría fácil. El 19 de enero el almirante Inácio fuerza el paso de Humaitá; el 24 dos monitores brasileños llegan hasta Asunción y bombardean la capital paraguaya. Dominado el río por los brasileños, no le era posible al mariscal mantener las fortificaciones de Humaitá y Curupaytí, y el 10 de marzo hizo el repliegue del grueso de su ejército por el camino del Chaco. Apenas dejó cuatro mil hombres de Humaitá para cubrir la retirada. En canoas, chatas y jangadas, los diezmados paraguayos que han defendido hasta más allá del heroísmo la línea de Curupaytí y Humaitá, cruzan el río Paraguay, y por el Chaco toman rumbo norte: en Monte Lindo vuelven a atravesar el río y acampan finalmente en San Fernando. Esa operación resulta un alarde de conducción y valor: es todo un ejército con sus bagajes y armas, heridos y enfermos, evacuando una posición comprometida y en presencia del enemigo. Dos veces cruzaron el río sin que “la escuadra de Brasil se diera por enterada de la doble y audaz maniobra”, dice Arturo Bray.El coronel Martínez quedó en Humaitá como cebo para inmovilizar al ejército aliado. Pero ya la fortaleza inexpugnable carecía de objeto. El julio recibe la orden de abandonarla con sus pocos efectivos clavando los 180 cañones que no pueden transportarse. Pero el impaciente mariscal Osorio quiere darse la satisfacción de tomarla por las armas y ataca con 8.000 soldados. Martínez hará en Humaitá y con Osorio la misma defensa de Díaz en Curupaytí y ante Mitre: lo deja acercar hasta las primeras líneas y allí lo envuelve en la metralla de su fuego de artillería. Muy cara pagaría Osorio la pretensión de entrar en Humaitá tras un ataque; finalmente se vio obligado a desistir y ordenar la retirada. Fue Humaitá la última gran victoria paraguaya. Pero más afortunado que Mitre, Osorio ha dado a tiempo la orden de retirada y consigue salvar gran parte de sus efectivos. Los cambá (negros brasileños) entrarían en Humaitá y en Curupaytí solamente después de que el último paraguayo las hubiera evacuado el 24 de julio. El 23 a la noche, Martínez ha hecho salir por el río a los efectivos postreros, hombres y mujeres. El 24 al amanecer los brasileños izan la bandera imperial en la ya legendaria fortaleza; poco antes lo habían hecho en Curupaytí. No es feliz la retirada de Martínez a través del Chaco. Los heroicos defensores de la fortaleza han debido sacrificarse para proteger el repliegue del grueso del ejército; van por el Chaco hostilizados por fuerzas muy superiores, ametrallados desde el río por la escuadra. Inácio y Osorio quisieran vengar en Martínez el respeto que le han tenido a Humaitá durante tres años. Finalmente la diezmada guarnición queda encerrada en Isla Poi; logra resistir durante diez días y debe rendirse agobiada por el hambre y el número. Se rinden así los últimos paraguayos que quedaban en ese teatro de guerra. Conmovido, el general Gelly y Obes, hace desfilar a los nuestros “ante los grandes héroes de la epopeya americana”. Hermoso ejemplo que nos debe llenar de orgullo.Un paraguayo no puede rendirse, aunque la inanición le impida moverse y la falta de municiones no le permita contestar el fuego enemigo. Solano López, ya convertido en el frenético “soldado de la gloria y el infortunio” que dice Bray, es implacable con quienes no demuestran tener su mismo temple. Es imposible ganar la guerra y no han sido prósperas las gestiones de una paz honrosa. Por lo tanto el solo camino que queda a los paraguayos es la muerte; dar al mundo una lección de coraje guaraní.

El coronel Martínez se había conducido como un héroe en su defensa de Humaitá y en su imposible retirada por el Chaco. Pero se había rendido. No importa que contara con mil doscientos hombres y mujeres sin más uniforme que un calzón desgarrado, un quepí, sin pólvora para su fusil de chispa, ni alimentos, frente a tropas veinte veces superiores. Pero el mariscal se había rendido y eso no le era permitido a un paraguayo: la palabra “rendición” había sido borrada del léxico. López declara traidor al defensor de Humaitá.Los tres años de guerra injusta y desproporcionada han hecho del atildado Francisco Solano una verdadera fiera: está resuelto a morir con su patria y no comprende ni perdona otra conducta. Ni a sus amigos ni a sus jefes más capaces ni a su misma madre y hermanos. Ante todo está Paraguay y por él sacrificará sus afectos más caros. No es la suya una conducta “humanitaria”, seguro; pero López no es en aquella agonía un ser humano sometido a la moral corriente. Es el símbolo mismo de un Paraguay que quiere morir de pie; un jaguar de la selva acosado sin tregua por sus batidores.En esa última etapa de la guerra nacerá la versión del monstruo, del tirano sanguinario, del gran teratólogo, que alimentaría medio siglo de liberalismo paraguayo. Se le imputaron hechos terribles y no todo fue leyenda urdida por el enemigo. Hay cosas que estremecen, pero pongámonos en la tierra y en el tiempo para juzgarlos; en ese Paraguay de fines de la guerra envuelto en un halo de tragedia. Pensemos en los miles de paraguayos muertos en los combates por defender su tierra o caídos de inanición o de peste en la retaguardia. Sólo así puede juzgarse ese conductor que no puede perdonar a quienes manifiestan flaqueza, hablen de rendirse o tengan simplemente otro pensamiento que no sea morir en la guerra. Para comprenderlo hay que tener un corazón como el de los paraguayos y un alma lacerada por la inminencia de la derrota de la patria. Porque ocurrirán ahora cosas espantosas: el fusilamiento del obispo Palacios, los azotes y el fusilamiento de la esposa de Martínez, la muerte de los hermanos de López, acusados de conspiración; la prisión y los azotes de sus hermanos y hasta de su misma madre. En la atmósfera de tragedia, se yergue la figura del mariscal implacable, convencido de que a los paraguayos, con él a la cabeza, sólo les queda disputar palmo a palmo el querido suelo o morir.


Fuentes: Rosa, José María – La Guerra del Paraguay y las Montoneras Argentinas, Buenos Aires (1985). / www .revisionistas.com.ar / Bray, Arturo – Solano López Soldado de la Gloria y el Infortunio, Asunción (1984)



jueves, 17 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL COMBATE EN LA LAGUNA ALUMINE


El 17 de febrero de 1883 se produce un combate de tropas argentinas y chilenas. Una partida de exploración de la Segunda División del Ejército Argentino, compuesta por tres oficiales y treinta y tres soldados al mando del Sargento Mayor Juan G. Díaz, en las cercanía de la laguna Aluminé, Provincia de Río Negro, fue rodeada por unos cien a ciento cincuenta salvajes que amenazaban cargarlo (la patrulla estaba reducida a diez y nueve hombres por haberse enviado dos grupos en reconocimiento). En ese momento, en el flanco izquierdo argentino se presenta un infante chileno con bandera de parlamento, pero al ver que detrás de él venía una compañía de infantería ocultándose, Díaz manda abrir fuego. Los chilenos cargaron a la bayoneta, siendo batidos por los argentinos. El parte del combate indica que quedaron siete chilenos muertos en el campo y que los heridos fueron recogidos por los indios, poniéndolos a salvo. Se capturaron seis fusiles “Martini Henry”, de dotación en el Ejército de Chile. Este tipo de incidentes fueron con el tiempo, solucionados por vía diplomática.



miércoles, 16 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL COMBATE DEL RÍO PUEBLO VIEJO


El 14 de febrero de 1975 se libró el primer combate en los montes tucumanos entre efectivos del Ejército Argentino y del “Ejército Revolucionario del Pueblo” (ERP).
El hecho tuvo lugar en el contexto de la “Operación Independencia”, un conjunto de acciones militares y cívicas ordenadas por la entonces presidente de la Nación María Estela Martínez de Perón para “neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos”, tal el texto del Decreto firmado el 5 de febrero del mismo año.
El Ejército Revolucionario del Pueblo fue creado en 1970 por el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT), organización de carácter marxista leninista que pretendía la toma del poder y la instauración de la dictadura del proletariado en Argentina como parte de un plan más ambicioso que abarcaba toda la región latinoamericana.
El PRT, inspirado en el triunfo de la Revolución cubana, convencido, a la luz de lo que ocurría en la guerra de Vietnam, del inevitable triunfo del socialismo en el mundo, y entusiasmado por las consecuencias del “cordobazo” que significó el principio del fin del gobierno de facto del General Juan Carlos Onganía, entendió que las condiciones para el inicio de la guerra revolucionaria en Argentina estaban dadas. La creación del ERP fue una consecuencia lógica de ese pensamiento.
La llegada de un gobierno constitucional en mayo de 1973 no fue motivo para que el PRT-ERP abandonara la lucha armada. Solamente apreció una diferencia entre la presidencia de Héctor Cámpora que le resultaba propicia para el fortalecimiento de sus unidades y la de Juan Perón que le sería hostil.
Si bien la revolución cubana inspiraba a los jefes de la organización, la metodología revolucionaria empleada en Argentina fue diferente. En Cuba se aplicó la teoría “foquista”. Esto es un foco de insurrección armada cuyo centro era el ejército de Fidel Castro que desde sus inicios en Sierra Maestra se fue fortaleciendo para luego avanzar triunfante hasta La Habana. El PRT-ERP pensó que en Argentina los focos insurreccionales debían ser numerosos, combinando la agitación política con las acciones armadas tanto de pequeños grupos como de unidades militares más grandes. Las ciudades de Buenos Aires, La Plata, Rosario, Córdoba y Tucumán, y la franja industrial de la costa del Río de la Plata fueron los lugares de mayor actividad del accionar revolucionario.
Desde su creación y hasta el inicio de la Operación Independencia, el ERP ejecutó resonantes operaciones militares como fueron el copamiento del Batallón de Comunicaciones 141 en Córdoba; el ataque al Comando de Sanidad del Ejército en la ciudad de Buenos Aires; el ataque a los cuarteles de Azul, en la provincia de Buenos; la toma de la Fábrica Militar de Pólvora y Explosivos en Villa María, Córdoba y el intento de copamiento del Regimiento de Infantería Aerotransportado 17, en la ciudad de Catamarca, además de un sinnúmero de acciones consideradas menores como el copamiento de localidades, de dependencias policiales, robos, secuestros, asesinatos y atentados.
Pero si bien la organización aplicó en Argentina una metodología revolucionaria que puede considerarse original, la revolución cubana y la guerra de Vietnam siguieron ejerciendo su influjo al punto de intentar emularlas, salvando las distancias, con la apertura de un frente rural en la provincia de Tucumán. Había otra razón, El FRIP (Frente Revolucionario Indo Popular), una de las organizaciones que dio lugar a la formación del PRT, tuvo sus orígenes en las provincias de Santiago del Estero, de donde provenía Roberto Santucho, su jefe, y de Tucumán. El FRIP pensaba que la revolución debía nacer en esas zonas rurales. Posteriormente, con la creación del PRT y su tránsito ideológico al marxismo leninismo, se sostuvo que el sujeto de la revolución, su principal artífice, debía ser el proletario con conciencia de clase de las zonas industriales. No obstante ello, la idea de una guerrilla rural formaba parte de los deseos de no pocos dirigentes de ese partido. Nació de esa manera la “Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez”, una de las fracciones dependientes del ERP y que operó en la provincia de Tucumán, fundamentalmente al sudoeste de la ciudad de San Miguel de Tucumán, en una zona de cañaverales y monte que se extiende al oeste de la ruta 38 que conduce a Catamarca y sobre la cual se destacan las localidades de Famaillá, Monteros, Concepción y Villa Alberdi.
Esta “compañía” contó con el apoyo que le proporcionaban otros elementos del PRT-ERP que actuaban en la ciudad de Tucumán y con refuerzos que fueron llegando desde otros puntos del país, cuando se hizo necesario cubrir las bajas de combate.
En sus inicios, en febrero de 1974, la “Compañía de Monte” estuvo formada por unos 40 efectivos, cifra que aumentó rápidamente a 70, para llegar en alguna oportunidad a 200.
El primer contingente contó con fusiles FAL obtenidos del copamiento del Batallón de Comunicaciones de Córdoba, “casi un lujo para una guerrilla latinoamericana”.
Ante la presencia guerrillera en la zona, en 1974, el gobierno nacional montó un operativo con efectivos del Ejército y de la Policía Federal que no dio resultados porque el ERP, alertado, se retiró de la zona a marcha forzada. Tiempo después regresó para tomar la localidad de Acheral y dar a conocer al resto del país el comienzo de la guerrilla rural.
Tras la muerte de Perón, el PRT apreció un pronunciado deterioro del gobierno nacional muy favorable para el sobre dimensionamiento del ejército revolucionario. La tarea de reclutamiento y ejercitaciones militares prosiguieron durante el año 1974 pero se vieron afectadas por el fracaso del intento de copamientos del Regimiento de Infantería Aerotransportado 17 de Catamarca, en el mes de agosto. Los atacantes pertenecían a la “Compañía de Monte” y en el paraje de Capilla del Rosario sufrieron una decena de bajas lo que provocó su retirada a Tucumán.
No obstante las pérdidas, para febrero de 1975, los efectivos guerrilleros en el monte oscilaban entre los 70 hombres con algunas mujeres (combatientes), sin contar los elementos de apoyo existentes en las localidades próximas y en la ciudad de Tucumán.
La “Operación Independencia” comenzó el 9 de febrero y fue conducida por el General Acdel Vilas, Comandante de la Vta Brigada de Infantería. En su inicio tres Fuerzas de Tareas se asentaron en Lules, Santa Lucía y Los Sosa, tres localidades menores ubicadas sobre un eje paralelo al oeste de la ruta 38 en una zona mayormente de cañaverales, donde comienza el monte y el terreno empieza a elevarse. El puesto de comando de la Brigada se instaló en Famaillá.
En Los Sosa se ubicó la Fuerza de Tarea “Chañi” que contaba con dos Equipos de Combate (Unos 60 hombres cada uno) formados con efectivos del Grupo de Artillería de Montaña 5 (GAM 5) y del Regimiento de Infantería de Montaña 20 (RIM 20) respectivamente, ambas unidades provenientes de Jujuy.
A los cinco días de iniciada la operación se produjo el combate de Pueblo Viejo en el cual participé y del cual conservo hasta el día de hoy vivamente sus imágenes.
Los Sosa era un caserío -sin policía- ubicado al oeste de la localidad de Monteros, entre los ríos del mismo nombre y Pueblo Viejo que desde las sierras del Aconquija corren hacia el llano.
El 2 de noviembre de 1974, para “el día de las ánimas”, según la denominación que los pobladores daban al día de los difuntos, la “Compañía de Monte” había desfilado impunemente por el pueblo e izado la bandera del ERP (dos franjas horizontales celeste y blanca con una estrella roja en el medio) dejando en claro la existencia de una vasta “zona liberada” en la provincia.
Cuando la Fuerza de Tarea Chañi llegó a Los Sosa comenzó a hacer patrullajes diarios en los alrededores que tenían el doble propósito de reconocer el lugar y adaptar los soldados, muchos de ellos de la puna, a una nueva geografía.
Paralelamente se realizaron otras actividades como censar la población, controlar las existencias de alimentos imperecederos de los almacenes (probables lugar de aprovisionamiento de la guerrilla) y proporcionar asistencia sanitaria a los lugareños.
La Fuerza de Tarea tenía como Base la escuela del pueblo que resultó estrecha para albergar a sus dos Equipos de Combate e inapropiada desde el punto de vista táctico teniendo en cuenta un eventual ataque nocturno.
Por esa razón se decidió que el Equipo de Combate formado por efectivos del Grupo de Artillería 5 (los artilleros operaban como tropa de infantería) debía realizar un reconocimiento en una zona próxima al Río Pueblo Viejo a fin de establecer una segunda Base.
El día 14 de febrero el Equipo de Combate a órdenes del entonces Capitán Jones Tamayo inició una marcha en camiones por la ruta 38 hasta el sur del Río Pueblo Viejo y luego hacia el oeste hasta donde el terreno lo permitió. La marcha prosiguió a pié por una senda en el monte donde los hombres avanzaron encolumnados. Formaban el Equipo dos secciones de unos 30 hombres cada una al mando del Subteniente Arias y del Subteniente Martínez Segón respectivamente. Agregados íbamos el Teniente 1ro Cáceres y yo que éramos infantes y fuimos enviados desde Buenos Aires para completar los cuadros de la Brigada teniendo en cuenta nuestra experiencia en monte en el curso de “comandos”. También iba el Mayor Bidone, segundo jefe de la Fuerza de Tarea, para interiorizarse del lugar probable donde se instalaría la nueva Base.
El ERP fue insistente en el intento de mostrar a los oficiales del ejército como burgueses (en el sentido peyorativo del término) que mandaban los soldados al frente como “carne de cañón”. Una metodología de propaganda íntimamente relacionada con la guerra revolucionaria.
La circunstancia, agravada por que los soldados estaban en un ambiente y en una circunstancia desconocida hasta el momento, exigió una medida muy clara que desvirtuara la versión.
Se decidió que los oficiales y suboficiales entraran al monte a la cabeza de sus respectivas fracciones, es decir un poco más adelante de lo que marca la doctrina. La medida tenía una ventaja adicional; al estar el oficial muy adelante no era necesario dar ninguna orden verbal. Los soldados actuaban atentos a las señales o por simple imitación. En horas de marcha, el silencio fue casi total a pesar de que eran 60 los hombres que avanzaban por una senda del monte.
Pasado el medio día se llegó a las compuertas del Río Pueblo Viejo. El nombre del río hace alusión a las cercanas ruinas de Ibatín, el lugar de la primera fundación de la ciudad de Tucumán.
En las compuertas, Jones nos hizo saber que el camino de regreso sería distinto para evitar una posible emboscada en caso de que el enemigo nos hubiera visto pasar.
Regresamos en dirección oeste este por una senda que bordeaba el río, alejándose del mismo de a ratos, en una zona de monte.
Yo iba como jefe de la punta de infantería, la fracción más adelantada. No era el puesto para un Teniente sino para un Cabo o Cabo 1º pero formaba parte de la decisión que a la mañana se tomó respecto a la ubicación de los cuadros en el orden de marcha.
Mandé como hombre punta al Cabo 1º Orellana, un catamarqueño al que conocía de la Brigada de paracaidistas en Córdoba tres años antes. Aparentaba tener menor edad y parecía que recién hubiera salido de la Escuela de Suboficiales, pero yo confiaba en él y no me defraudó.
La senda seguía serpenteando; el río se veía crecido por las tormentas del verano. El calor de febrero, y más aún la prudencia, exigían una marcha lenta.
Tuve unos momentos de aprensión al entrar a uno de esos pequeños lugares con que el monte sorprende. A la derecha de la senda encontré como un arco natural hecho de vegetación que entraba a un pequeño espacio, una especie de habitación formada por una cortina de árboles y maleza que cubrían también el “techo”. Había menos luz y el suelo estaba muy húmedo. Puse la rodilla en el suelo, apresté más aún el fusil y empecé a recorrer lentamente con la vista el lugar esperando no tener ninguna sorpresa. No la hubo y proseguimos la marcha hacia el este, hacia la ruta 38.
La senda se bifurcó en otras dos paralelas. Eran las cinco de la tarde aproximadamente.
Orellana tomó la derecha y yo la izquierda, más cerca del río. Marchaba con el fusil tomado con las dos manos, como tantas veces se insiste, cuando de repente, a unos 20 metros, vi parado sobre la senda a un guerrillero. La sorpresa fue mutua, pude ver la de él en su rostro. Abrí el fuego y él escapó por unos matorrales. Avancé tirando sobre los mismos a la altura de la cintura y más abajo, buscándolo. Sobrepasé a alguien que me disparó con una escopeta. Sentí un fuerte golpe y un dolor en la espalda y caí. El fusil cayó de mis manos. Hubo una pausa, un silencio, e inmediatamente empezaron los disparos de uno y otro lado.
Orellana también había caído en la otra senda. Un disparo de FAL le hizo un surco en la espalda pero sin penetrarlo. Un guerrillero se levantó para rematarlo pero se le trabó el arma y volvió a su posición. Cuando volvió a asomarse Orellana disparó.
Desde el suelo grité ¡Cáceres, estoy herido! Cáceres fue uno de mis instructores en el curso de “comandos”. En ese momento no nos llevábamos muy bien y lo tenía como un hombre de carácter difícil. No obstante, durante los pocos días que estuvimos en Los Sosa, salíamos juntos de patrulla y fue naciendo una mutua confianza.
Pensé que me rescatarían cuando el ataque progresara pero Cáceres se lanzó solo al lugar donde estaba caído, en un pequeño claro en el monte. A pesar del egoísmo de cualquier herido que desea una pronta atención, me pareció que estaba arriesgando demasiado.
Cuando le pregunté ¡¿qué está haciendo?!, me contestó ¡quedate tranquilo que ya te saco! En ese momento nos dispararon con un FAL, Cáceres profirió un corto quejido y quedó inmóvil. Después supe que la bala penetró por el hombro, se desvió en el omóplato y siguió directo al corazón.
No podía moverme y no sentía las piernas. Vi un guerrillero adelante que me observó pero no me tiró seguramente para no delatar su posición teniendo en cuenta que en ese momento no era un peligro para él. Estaba más atento a lo que ocurría detrás de mí.
El Subteniente Arias estaba desplegando como podía, en la espesura, su sección y comenzaba a avanzar. Martínez Segón y sus hombres se tiroteaban a través del rió con una fracción guerrillera más numerosa.
Pensé ¿y si quiere rematarme? No podía tomar el fusil sin que se diera cuenta. Lentamente saqué la granada y luego de activarla se la arrojé. Explotó muy cerca de él pero ya estaba muerto. Varios disparos de FAL le llegaron antes, eso creo. Vi como la sección de Arias me sobrepasaba abriendo fuego desde la cadera. Fugazmente pensé: ¡los soldados andan bien! Pero volví inmediatamente a mi realidad. Estaba inmovilizado, me dolía mucho la espalda y me salía sangre de la boca. No sé cuánto tiempo pasó; los disparos proseguían sin interrupción. Fui llevado a un puesto de reunión de heridos. Allí vi a Arias. Estaba parado inmóvil y le salía sangre del cuello. Un disparo de escopeta Itaka lo alcanzó pero tuvo la suerte que ningún perdigón penetrara demasiado. Todavía alcanzó a hacer unos disparos sobre un guerrillero. También estaba Orellana, sentado y algo encorvado. Se veía el dolor en su rostro.
El Capitán Jones estaba a nuestro lado tratando de comunicarse con dos helicópteros que se aproximaban. Si no me sacan en helicóptero no llego, le dije.
En la radio de Jones, que un disparo de la guerrilla le había cortado la antena y que recibía pero no transmitía, se escuchó nítida la voz de un helicopterista que dijo: “¡Si no hay identificación voy a disparar sobre los que están al sur del río!”. Los que estábamos al sur éramos nosotros. La masa del contingente guerrillero estaba al norte, salvo la fracción adelantada que había cruzado y luego de enfrentarse con muestra punta estaba en retirada con bajas.
Jones no pudo comunicarse y el piloto, Capitán Grandinetti, nos disparó dos cohetes. El segundo explotó cerca en el mismo instante en que Jones lograba comunicarse. Sentí nuevamente los disparos del helicóptero pero esta vez sobre el lado norte del río.
Jones se veía relativamente calmo dando órdenes a pesar de la presión que se ejercía sobre él. Grandinetti le había tirado dos cohetes; de sus dos Secciones, que seguían combatiendo, llegaban informes y además los heridos lo mirábamos casi permanentemente esperando alguna señal sobre nuestra evacuación.
Solucionada la comunicación con las aeronaves y en retirada el enemigo, se organizó el rescate de los heridos. Previamente el Mayor Bidone y el Subteniente Martínez Segón con un grupo de soldados, lograron cruzar el río pero luego de que la correntada los arrastrara muchos metros.
El único lugar donde podía bajar un helicóptero era en el río que, aunque crecido, mostraba un pequeño islote de piedras. Los guerrilleros que estaban en la margen norte se habían retirado pero no existía la certeza de que el área estuviera totalmente despejada. Un solo guerrillero que hubiera quedado en la otra orilla podría haber dado cuenta de la máquina. Pero Grandinetti bajó lo mismo y nos rescató.
En ese momento no lo supimos pero nos habíamos enfrentado a la totalidad de la “Compañía de Monte” que se estaba yendo de la zona para que el Ejército cayera en el vacío. Marchando ellos de norte a sur y nosotros de oeste a este, las posibilidades de que nos encontráramos al mismo tiempo en el cruce de los caminos de marcha eran muy escasas y sin embargo se dio; con tal sorpresa que durante mucho tiempo ambos bandos creyeron que habían sido emboscados por el oponente.
La Compañía de Monte” estaba al mando de Hugo Irurzún, nombre de guerra “Capitán Santiago”.
Posteriormente fue herido en el combate de Manchalá, en mayo, y como no tuvo una buena recuperación tuvo que bajar del monte y fue reemplazado.
Irurzún decidió replegarse rápidamente siguiendo la doctrina de que la guerrilla no debe empeñarse en un combate que no ha elegido previamente en tiempo y lugar. No obstante no se fue muy lejos.
Para mí, al llegar al Hospital Militar de la ciudad de Tucumán, el combate de Pueblo Viejo había terminado. Pero no terminó para el Equipo de Combate. Tiempo después los oficiales me relataron lo que sucedió después de la evacuación de los heridos y los tres muertos (el Teniente 1ro Cáceres y dos guerrilleros cuyos nombre eran Laser y Toledo).
Un helicóptero regresó trayendo al Teniente Iglesias, del RIM 20, que se agregó como reemplazo del Subteniente Arias.
En el lugar del combate se recogieron dos fusiles FAL y un cargador de una pistola ametralladora PAM, arma que habría pertenecido a un tercer guerrillero muerto, conocido como “Carlos”, que cayó herido al río y la correntada se llevó su cuerpo.
Luego del combate un tercio de la munición estaba consumida. Jones ordenó desarmar las cintas de de las ametralladoras pesadas (MAG) y entregar cinco proyectiles a cada soldado.
Aprestados nuevamente los efectivos, se inició la marcha de regreso. Estaba oscureciendo cuando en un claro de monte el Subteniente Martínez Segón que se desempeñaba como “punta de infantería” detectó el dispositivo de una emboscada enemiga. Inmediatamente se batió la zona con disparos reunidos de FAL que los oficiales marcaron con munición “trazante”. Descubierta la emboscada esta perdió su gran efectividad: la sorpresa. Los guerrilleros se dieron a la fuga.
El Equipo de Combate continuó la marcha y llegó a la zona donde había dejado los vehículos, a las 23 horas.
Para llegar a Los Sosa la columna de camiones pasó por Monteros, la localidad que está sobre la ruta 38. Era carnaval. Los hombres pudieron observar los bailes y escuchar la música. El mundo seguía andando ajeno a los hechos de violencia y muerte ocurridos no muy lejos de allí.
Al llegar a la Base el Equipo de Combate formó en cuadro a la luz de la luna. Se rezó por las almas del Teniente 1ro Cáceres y de los otros muertos, y se pidió a Dios por la recuperación de los heridos.
La formación concluyó con un ¡¡Viva la Patria!!
Al día siguiente el Equipo de Combate volvió al monte donde permanecería hasta el mes de julio de 1980. La Fuerza de Tarea Chañi cambió de nombre y pasó a llamarse “Capitán Cáceres”.
Pero ¿Qué pasó con la “Compañía de Monte”? Probablemente esa noche se reorganizó y prosiguió su marcha hacia el sur, afuera de la zona de operaciones del ejército para que éste “cayera en el vacío”.
Pero el plan del ejército en 1975 era distinto al de 1974. No tenía previsto retirarse de sus objetivos independientemente de la presencia o no de guerrilleros.
La “Compañía de Monte” no podía estar indefinidamente fuera de la zona donde se estuvo preparando tanto tiempo y que era cara a sus sentimientos revolucionarios. Volvió y en el transcurso de ese año y el siguiente se produjeron unos cien enfrentamientos, pequeños la mayoría de ellos salvo los de Manchalá y Acheral.
Para fines de 1975 la actividad de la compañía guerrillera era escasa y un año después casi había desaparecido.
El Combate del Río Pueblo Viejo no tuvo una importancia que llegara a modificar la marcha de las operaciones para ninguno de los bandos. Sí incidió en lo que hace al aspecto espiritual de la aptitud para el combate de los soldados. La propaganda del ERP fue desvirtuada. Ningún soldado murió o fue herido en ese enfrentamiento. Confiando en sus superiores se adaptaron rápidamente al terreno y combatieron con determinación.
El ejército perdió un brillante oficial pero su muerte heroica no fue olvidada y ha quedado como ejemplo de valor y camaradería. Tucumán también lo recuerda dando su nombre a un pueblo que el ejército construyó en las proximidades del lugar al año siguiente.
En lo estrictamente personal tuve una enseñanza de vida. El hombre de carácter difícil con el que alguna vez tuve un roce y que alguna vez también despertó mi desconfianza murió en el intento de salvarme.
Él constituye también un pequeño rincón, ignorado para muchos, inolvidable para unos pocos, de la historia argentina.
Autor: Teniente Coronel (R) Rodolfo Richter

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martes, 15 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE OMBÚ


Dos días después de la sableada que había aplicado Lavalle a las fuerzas brasileñas comandadas por el General don Bentos Manoel Ribeiro, ante la persistencia del jefe paulista, el General Alvear encomendó al General Mansilla darle el escarmiento necesario. El encuentro se produjo en el arroyo Ombú. Mansilla contaba con 800 hombres de caballería, en tanto que el General Ribeiro conducía 1.200 soldados. Tras una desordenada carga patriota que facilitó a la caballería enemiga formar un gran semicírculo que puso en peligro el ataque argentino, la rápida reacción del ayudante del General Mansilla, don Segundo Roca, al quitarle el clarín al trompa de órdenes el cual estaba dispuesto a tocar retirada, permitió que un Escuadrón del Regimiento 16 de Caballería, a órdenes del coronel Olavarría, efectuara una carga con tal ímpetu que frenó la acción brasileña. Esto permitió rehacer la carga propia y provocó la detención del empuje brasileño. El ataque enemigo pronto se transformó en retirada y luego en desordenada fuga. En esta acción, los imperiales tuvieron 173 muertos y 46 heridos, las bajas propias fueron 54 muertos y 31 heridos.
Fuente: www. ejercito.mil.ar
En la imagen: Soldado del Regimiento 16 de Caballeria "Lanceros de Olavarria" que actuo en la guerra contra el Imperio del Brasil.

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lunes, 14 de febrero de 2011

CABALLERÍA (1826)


Así como el soldado de Infantería llevaba en el casco un penacho verde, el de Caballería se distinguía por el color grana.
El arreglo de los uniformes coincidía con otras medidas tendientes a la reorganización del Ejército, tales como el decreto del 10 de julio de 1826 que establecía la numeración de los regimientos, quedando sin efecto las denominaciones que hasta entonces los caracterizaban.

Fuente: Uniformes de la Patria del Comando en Jefe del Ejercito – Circulo Militar



domingo, 13 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE BACACAY


La batalla de Bacacay fue un enfrentamiento producido el 13 de febrero de 1827 entre las tropas de las Provincias Unidas del Río de la Plata y las del Imperio del Brasil, enfrentados por el control de la Banda Oriental, en manos brasileñas desde 1824. El apoyo de Buenos Aires a la insurrección de los Treinta y Tres Orientales había desembocado en una contienda naval, en la que la armada comandada por Guillermo Brown se veía en inferioridad frente a las fuerzas lusobrasileñas. A comienzos de 1827, y bajo el mando de Carlos Maria de Alvear, se iniciaron las hostilidades terrestres, tomándose la ciudad de Bagé el 26 de enero. Poco más tarde las fuerzas del General Manuel Bentos hicieron frente a la columna de Caballería (el Regimiento de Granaderos a Caballo) e Infantería (los Colorados de las Conchas) comandada por Juan Galo de Lavalle en Bacacay; el enfrentamiento se saldó favorablemente al Ejercito Patriota, que triunfarían nuevamente tres días más tarde en la Batalla de Ombú, la antesala de la Batalla de Ituzaingó.

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sábado, 12 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LA BATALLA DE CHACABUCO


El 12 de febrero de 1817 se produce la Batalla de Chacabuco. Marcó un jalón decisivo en las guerras de la independencia de América del Sur. El 18 de Enero el Ejército de los Andes había iniciado su marcha desde Mendoza para el cruce de la Cordillera. Después de casi tres semanas, las avanzadas comenzaron combates con las fuerzas españolas, en territorio chileno. Los realistas concentraron sus fuerzas, al mando del General Maroto, en la cumbre de la cuesta de Chacabuco. Después de una intensa lucha fueron vencidas por las fuerzas, mayormente argentinas y chilenas, comandadas por el General José de San Martín.

LA BATALLA
Tras reunirse el 8 de febrero en el Campamento de Curimón las columnas que cruzaron los Andes por Los Patos con las que cruzaron por Uspallata, se resolvió atacar en la madrugada del día 12. Con el fin de emplear una táctica de pinzas por el frente y la retaguardia, se dividieron a las tropas disponibles en dos:
La división al mando de Miguel Estanislao Soler que debía atacar por el oeste, estaba compuesta por los batallones 1 y 11, las compañías de granaderos y volteadores de los batallones 7 y 8, el escuadrón escolta, el escuadrón 40 de granaderos y 2 piezas de artillería.
La división restante estaría al mando de Bernardo O Higgins y debía atacar por el este; estaba formada por el resto de los batallones 7 y 8, los tres escuadrones restantes de granaderos y 2 piezas de artillería.
Mientras Soler rodeaba a los realistas, O’Higgins avanzaba por Cuesta Vieja, en dos columnas, enfrentándose con los adelantados realistas hasta encontrarse frente a frente con el grueso del ejército realista, por lo que decidió avanzar hacia el cerro Los Halcones y desplegar allí sus fuerzas, al tiempo que despachaba un mensajero para informar de la situación al General San Martin.
Ante la situación adversa y al no recibir respuesta, a las 11:45 ordenó a la infantería cargar a la bayoneta, apoyada por la caballería del Coronel Jose Matias Zapiola. Los realistas vencidos en esa colina retrocedieron rodeando un paso donde la caballería española atacó a la chileno-argentina (que venía persiguiéndolos), pero la caballería patriota venció rápidamente, reagrupándose las fuerzas de O’Higgins en un paso marcado por dos colinas a los costados.
Desobedeciendo las órdenes de San Martin de no comprometer fuego, O’Higgins atacó dos veces a los realistas sin éxito, en la segunda vez sus fuerzas comenzaron a dispersarse, pero cuando San Martin llegó finalmente y encontró este panorama, ordenó a O’Higgins que reagrupara todos los hombres que pudiera, y atacara los 3 flancos del frente español situados en colinas. Librada aquella acción, la división de Soler arribó a las 13:30 consolidándose así una aplastante victoria a favor de los patriotas, al atacar los refuerzos la retaguardia española.
Luego de 10 horas de batalla, mientras los patriotas tuvieron 12 bajas y 120 heridos, los realistas sufrieron más de 600 bajas, la captura de 500 prisioneros, 1.000 fusiles, 5 piezas de artillería, 1 bandera y muchas municiones.

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viernes, 11 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL COMBATE DE ACOYTE


El 11 de febrero de 1818, se desarrolló el Combate de Acoyte, donde 20 gauchos comandados por Bonifacio Ruiz de los Llanos, y pertenecientes a las fuerzas del General Martín de Guemes, derrotan a una columna de 200 hombres del ejército realista español del General Olañeta.

El suceso tuvo lugar cerca del pequeño pueblo de Acoyte, en el extremo noroeste de la Provincia de Salta.El Coronel Bonifacio Ruiz de los Llanos, a partir de 1815 revistaba en las partidas gauchas del entonces Coronel Güemes, y fue ascendido a Teniente 1º, a la vez era designado Segundo Jefe del Escuadrón Gauchos del Valle de Cachi. Poco después por su intrepidez fue trasladado al comando de los Infernales con el grado de Capitán, a cuyo frente participó de las acciones de 1817 contra La Serna y un año después habría de encontrarse en el triunfo de Acoyte con el que se hizo acreedor del título de “intrépido” y el ascenso al grado de Teniente Coronel.



jueves, 10 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL INICIO DEL “OPERATIVO INDEPENDENCIA”


El 9 de febrero de 1975 se pone en marcha el “Operativo Independencia”. El ejército empieza las operaciones de guerra contra la subversión. Un año mas tarde, el enemigo ha sufrido importantes bajas. quedan héroes, mártires. historias, nombres. quedan fechas y batallas y estos testimonios.


Lo que sigue es parte del Relato, los Testimonios, las Experiencias de dos Periodistas de la Revista “GENTE” que, entre Octubre y Diciembre de 1975, estuvieron en el Frente de Lucha de Tucumán.


HAY GUERRA y todo sucede rápido en la Guerra. A mediodía, cuando el sol es una gota de plomo fundido sobre las calles de la ciudad, cuando una Muchedumbre desfila entre Vendedores de abanicos mágicos, pilas, fósforos, cordones e indescriptibles costureros hechos con caracoles, un Helicóptero Militar nos lleva a Acheral, donde ha estallado un Combate.
Nadie habla a Bordo. miramos hacia abajo, hacia los Cañaverales Verdes y amarillos, hacia los Campos prolijos e interminables y tenemos miedo. De pronto, otros ruidos inconfundibles nos ubican de una vez por todas a menos de quinientos metros donde hay Tableteo de Ametralladoras, Secos Estampidos de Fusiles FAL, disparos de Pistola, Humo de Cohetes que parten de un Helicóptero y revientan en los Surcos.
Estamos Cara a Cara con la Guerrilla.
Aquí no hay sol. El Sol está arriba del Techo Verde. Debajo de nuestros zapatos la tierra es húmeda. La Tierra es Oscura y Pegajosa. Esta Tierra no Conoce la Luz. Es el Monte. Senderos Angostos.
Subidas y Bajadas. Arroyos, Riachos, Quebradas que se alargan impenetrables y frías. De tanto en tanto el Sol quiebra el techo verde y se cuela en hilos delgados y fosforescentes. Parecen Pedazos de Vida. Es el Monte Tucumano. Hasta no hace mucho aquí sólo había Labriegos, Cañeros y Pastores que Cruzaban sus Rebaños de Pueblo en Pueblo. Ahora hay Hombres con Uniformes Verdes, con Cascos, con Armas. Ahora es un Territorio de Guerra. Un Paraje donde se Pelea Hombre a Hombre. Donde sólo hay una Posibilidad: Vivir o Morir".
Sigue la Lucha en el Cañaveral. Los Helicópteros Vuelan sobre los Surcos y los Abren como un Peluquero Abre el Pelo de su Cliente. Los Camiones Unimog se Bambolean por el Terreno Irregular y dejan los Soldados en Posiciones Estratégicas. El Cerco se Cierra sobre la Patrulla Extremista Sorprendida una hora antes (...) Uno de los Helicópteros Militares ha Sufrido una Emergencia:
Alcanzado por una Bala de FAL en su Sistema Eléctrico, ha tenido que Bajar en el Centro mismo de la Patrulla Enemiga. El piloto ha Salvado su Máquina, pero ha Perdido su Artillero.
Una Bala le ha Perforado el Pecho. El Hombre Caído era un Suboficial. Ese día había Terminado su Misión y tenía que salir con Licencia. Al producirse el Combate, insistió en Volar como Artillero.
Esa fue su última misión.
El campamento está en la Cima de la Colina. Varios Senderos llegan hasta él. A cada trecho hay Hombres Apostados (con armas largas). El Peligro está en todas partes. Desde una Radio se Escucha:
"Contacto con dos Oponentes. ... Contacto con dos Oponentes...".
Bajamos los mil metros que tiene la Colina y Bordeamos el Monte. Hace Calor. De la Tierra se Desprende un Vapor Maloliente que se Pega a la Piel. Cerca de Treinta Soldados están Alertas, Semiescondidos entre la Maleza. Un Suboficial Explica:
“Salieron del Monte y Entraron al Cañaveral”.
El Ruido de las Balas nos llega de cerca. Es un Tableteo Seco, como Dedos que Golpean sobre una Mesa de Madera. Una Patrulla Va Detrás de Ellos. Pero Ellos Logran Escapar.
Llega un Grupo de Soldados. El Sudor les Baña la Cara. Algunos Mordisquean Caña de Azúcar, Uno de ellos, alto, trae una Charretera con una Insignia Azul. Es una Estrella. Era de un Sargento Extremista que Acababa de Matar".
Durante un Enfrentamiento un Soldado pierde la mitad del dedo índice de la mano derecha. Durante la Lucha siente el Dolor, pero quiere seguir Tirando. No puede Apretar el Gatillo: le falta el dedo. Un Guerrillero Pasa Cerca de él y su Desesperación es tal que Emprende la Lucha a Culatazos hasta que Mata a su Enemigo. Recién en el Campamento supo que no se le había Trabado el Fusil.
La Danza de los Helicópteros No Termina. Han Empezado a Arrojar Bombas Incendiarias, y Bombas de Demolición Sobre los Surcos, donde se han refugiado los Extremistas. llega una Ambulancia. bajan tres Soldados. En el Fondo de la Ambulancia hay un Cadáver, el Cadáver de un Guerrillero.
Lo sacan y lo dejan sobre el pasto junto al Fusil FAL que tenía en la mano. Alguien Pregunta: ¿Cuantas Vidas Habrá Costado ese Fusil?.
Hubo Muchos que Dejaron su Vida en Batalla. Y Aquí está la Prueba. Estos son los Soldados Muertos en el mes de Octubre de 1975:
· Ramón Pío Fernández, nacido en Palma Sola, Jujuy.
· Rogelio Ramón Espinosa, nacido en Caimancito, Jujuy.
· Juan Carlos Castillo, nacido en Aguaray, Salta.
· Enrique Ernesto Guastoni, nacido en Córdoba.
- Freddy Ordóñez (desertor incorporado por propia voluntad), nacido en Salta.
Todos estos Argentinos tenían 21 años.
Los Disparos Suenan cada vez mas cerca. Es el fin. La Patrulla Extremista, Acosada por los Cohetes, las Bombas y el Incendio del Cañaveral Abandona su Refugio en los Surcos. Entonces, los Soldados la Ametrallan. Son las Seis de la Tarde del Viernes 10 de Octubre. El Combate de Acheral se acaba con la última luz del día.
Tiene el rostro aindiado, la piel morena . Sus Gestos no saben de grandilocuencias y sus respuestas son cortas y seguras. Tiene la voz grave y las manos acostumbradas al monte. Tiene 21 años y se llama Nicanor. Es un poco todos. Un poco un símbolo. Un poco el Molde con el que están Hechos los Jóvenes Argentinos que hoy Pelean en Tucumán. Nicanor es un Soldado y piensa así.
-¿DE DONDE SOS?
-DE PAMPA GRANDE, SALTA.
-¿CUANTO HACE QUE ESTAS ACÁ, EN LA GUERRA?
-22 DIAS.
- ¿LOS CONTAS SEGUIDO, PARECE?
-SI SEÑOR, ES BUENO PODER CONTAR UN DIA MAS.
-¿ TENES MIEDO?
-NO SEÑOR. EL MIEDO VIENE CUANDO MATAN A UN AMIGO y NO POR UNO.
-¿VOS TENIAS AMIGOS QUE MURIERON EN COMBATE?
-SI. MALDONADO y CASTILLO ERAN MIS AMIGOS.
-¿VOS ESTUVISTE EN ALGÚN ENFRENTAMIENTO CON LOS GUERRILLEROS?
- UNA VEZ. DE NOCHE EN UNA EMBOSCADA QUE LES PREPARAMOS.
-¿COMO FUE?
- NOSOTROS LOS ESPERAMOS PORQUE SABÍAMOS QUE TENÍAN QUE PASAR POR AHÍ. COMO A ESO DE LAS DOS DE LA MAÑANA SENTIMOS RUIDO, GENTE QUE VENIA CAMINANDO POR EL MONTE. DE ALGO DEBEN HABER SOS PECHADO PORQUE TIRARON PRIMERO. A CUALQUIER LADO. ACÁ DE NOCHE NO SE VE NADA.
-¿Y USTEDES QUE HICIERON?
- ABRIMOS FUEGO. A ELLOS LOS DELATARON LOS FOGONAZOS DE SUS ARMAS. Y ENTONCES MAS O MENOS UNO TIENE UNA REFERENCIA.
-¿A QUE DISTANCIA ESTABAN UNOS DE OTROS?
-TREINTA METROS MAS O MENOS.
-¿HUBO MUERTOS ?
- NOSOTROS HERIMOS A UNO y DE PARTE NUESTRA GRACIAS A DIOS NO LE PASO NADA A NADIE.
-¿QUE PENSASTE CUANDO TUVISTE QUE DISPARAR?
-MIRE, EN ESOS CASOS ES LA VIDA DE ELLOS O LA NUESTRA. UNO NO TIENE MUCHO QUE ANDAR PENSANDO.
-¿PENSASTE ALGUNA VEZ QUE TE PUEDEN MATAR?
-CLARO, UNO SABE QUE EN CUALQUIER MOMENTO PUEDE MORIR.
-¿VOS CONOCES BIEN EL MONTE?
-ME CRIÉ EN EL MONTE. YO A LA SELVA LE CONOZCO TODOS LOS SECRETOS.
-¿UN HOMBRE PUEDE SUBSISTIR EN ESTE MONTE SIN APROVISIONAMIENTO?
-DURARÍA POCO. LO MANTENDRÍA EL AGUA. NADA MÁS.
-¿LE ESCRIBÍS A TU FAMILIA?
-SI, y ELLOS ME ESCRIBEN. HOY RECIBÍ UNA CARTA.
-¿HASTA CUANDO TE QUEDAS EN EL FRENTE?
-UNO O DOS MESES MÁS. NO SE TODAVÍA.
-¿TE ASUSTASTE CUANDO TE DIJERON QUE TENIAS QUE VENIR A LA GUERRA?
-MIS AMIGOS ME ESCRIBIERON UN PAR DE VECES y YO QUERÍA VENIR. QUERÍA ESTAR CON ELLOS.
Nicanor se levanta. se pone el casco, toma su fusil y va a su puesto. ni siquiera pregunto por que las preguntas. ahora es uno mas confundido entre sus compañeros. ahora es uno mas que debe saberse.
“El postulado: acá se vive o se muere”.
Junto con los Alimentos y Provisiones, .los Soldados Regresan al Campamento con un Paquete Realmente Valioso:
La Correspondencia. Un Suboficial va Cantando los Nombres. Algunos están. Otros se fueron de Patrullaje. Otros murieron y la carta no tendrá destinatario. Todos Abren los Sobres y Leen.
Después los Comentarios: “Tengo un Hermanito Enfermo”. “Mi señora está bien, esperamos un Hijo para Diciembre". “Mi Primo consiguió Trabajo en Salta". "Mi Papá me está Levantando una Piecita en el Fondo para mi Solo". "Soy Tío de una Nena". y muchos más. Son cosas de todos lo días. Son Noticias Chiquitas que acá, en la Guerra, Valen lo mismo que una esperanza.
Un Oficial Explica como es esta Guerra. Por lo General un Contacto, es decir Divisar al Oponente, dura con mucha suerte de diez a quince segundos. A partir de ahí todo es cuestión de suerte. El Monte es un Infierno. Si el Oponente va por una Senda y es Divisado, inmediatamente entra al monte. Allí es casi Imposible ver más allá de las propias narices. Uno camina y no sabe si al lado hay un hombre apuntándole. Aquí la Vida esta en Juego a Cada Rato. Incluso ahora no sabemos si puede haber alguien apuntándonos. Esta es una Guerra de Tiempo y Paciencia. Es una Guerra de uno por uno. De noche, en el Despacho del General Edgardo Adel Vilas, nos enteramos del último Parte. En la Batalla de Acheral han Muerto 14 Extremistas.
Un Grupo de Jefes Evalúa la Situación. Dicen que la Compañía de Monte de los Extremistas está Prácticamente Desmembrada. Que por el Aspecto de los Cadáveres puede deducirse que las Fuerzas Subversivas carecen de Comida y de Ropa Adecuada. Que no se trata de Combatientes Rurales Hombres bien Entrenados y Acostumbrados al Monte y a la Selva, sino de Guerrilleros Urbanos que han tenido que subir al Monte ante los Reveses Sufridos por la Subversión desde el 09 de Febrero, fecha en que comenzó el “Operativo Independencia”.

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miércoles, 9 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL JUAN JOSE VIAMONTE


El 9 de febrero de 1774, nació en Buenos Aires el general don Juan José Viamonte. A la edad de 12 años abrazó la carrera de las armas. Tras realizar estudios de matemática, fue promovido a oficial de artillería. Durante las invasiones inglesas de 1806 y 1807, ofició como ayudante al lado de don San-tiago de Liniers. Prestó su más decidido apoyo a la causa de la revolución de mayo de 1810, siendo parte de la expedición de auxilio al Alto Perú como jefe del Regimiento de Infantería 6, interviniendo en las acciones de Suipacha y Yuraicoragua y en la retirada tras la derrota de Desaguadero. En 1814 fue nombrado gobernador intendente de Entre Ríos, y ascendió al año siguiente al grado de general. Fue gobernador interino de Buenos Aires, cumplió en tres oportunidades con la responsabilidad de conducir los destinos de la provincia recibiendo por su administración la aprobación general de la opinión pública. En disidencia con el partido federal, renunció a su cargo y emigró a Montevideo donde falleció en 1843.

Era hijo de Jaime José Viamonte, fundador del fuerte de India Muerta y de la porteña Bárbara Xaviera González Cabezas. Inició la carrera militar a los doce años, siguiendo la carrera de su padre.
Luchó durante la primera Invasion Inglesa con el grado de teniente, y luego de su participación en la Segunda Invasión, destacándose en la defensa del Colegio San Carlos, fue ascendido a Capitán.
Participó del cabildo abierto del 22 de mayo, y luego de la Revolución de Mayo revolución se incorporó al Ejercito del Norte, participando en la batalla de Huaqui. Después de esa última batalla fue acusado de no involucrar a los 1.500 efectivos a su mando en el combate, ordenando hacer ejercicios militares a escasa distancia del campo de batalla. Esta acusación lo hizo pasar los años siguientes respondiendo en un largo juicio por la derrota, siendo absuelto y restituido en sus altos cargos en el ejército.
En noviembre de 1814, cuando ya se había iniciado la guerra contra José Artigas, fue nombrado Gobernador de Entre Rios. No pudo prestar ayuda alguna al Coronel Manuel Dorrego cuando éste fue derrotado en la batalla de Guayabos.
Al año siguiente participó en la revolución contra el Director Supremo Carlos Maria de Alvear, y poco después fue enviado a Santa Fe a controlar el avance del federalismo. Al día siguiente de su llegada murió el Gobernador Francisco Candioti, lo que le dio la oportunidad de hacer que la provincia volviera a depender de la de Buenos Aires. Pero al año siguiente fue expulsado por una sublevación encabezada por el Coronel Mariano Vera y el caudillo Etanislao López, que lo enviaron preso al campamento de Artigas.
En mayo de 1818 fue diputado al Congreso Nacional, pero al año siguiente fue nombrado General en jefe del ejército expedicionario de Santa Fe, en reemplazo de Juan Ramón Balcarce. Pero Estanislao López inmovilizó al ejército dirigido desde Córdoba por Juan Bautista Bustos y encerró a Viamonte en Rosario, obligándolo a firmar el armisticio de Santo Tomé.
Se exilió en Montevideo después de la Batalla de Cepeda, pero regresó a fin de año y en 1821 fue nombrado Gobernador sustituto de la Provincia de Buenos Aires por ausencia de Martín Rodriguez.
Fue diputado al Congreso General de 1824 y apoyó la constitución unitaria de 1826. Pero más tarde se unió al partido federal de Dorrego. Fue gobernador interino en 1829. En ese cargo no hizo casi nada más que asegurar el ascenso al poder de Rosas.
En 1833, cuando el Gobernador Balcarce fue derrocado por la llamada Revolución de los Restauradores, volvió a ser gobernador. Acusado (como su antecesor) de pertenecer al partido de los "lomos negros", enfrentado al de "federales netos" (es decir, partidarios de Rosas), la influencia del mismo Rosas lo obligó a renunciar en junio de 1834. Su renuncia no fue aceptada porque nadie quería hacerse cargo del gobierno. Finalmente, en octubre, el presidente de la Legislatura, Manuel Vicente Maza, fue obligado a reemplazarlo.
Se exilió en Montevideo en 1839, y falleció allí en 1843. Sus restos mortales descansan en el Cementerio de la Recoleta de la Ciudad de Buenos Aires.
Aunque todos sus hijos varones murieron sin descendencia, sus cinco hijas casaron con importantes figuras. Martiniana, casó con el próspero comerciante Marcelino Carranza, Bernabela con el también rico comerciante Francisco Genaro Molina, Albana casó con su primo Manuel Illa y Viamonte. Carmen, casó con Julio Sánchez, de quienes surgieron los Sánchez Viamonte y finalmente, Isabel casó con Sandalio Mansilla.

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martes, 8 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL SOLDADO ANTONIO RUIZ “FALUCHO”


El dia 7 de febrero de 1824 es fusilado en El Callao, Perú, el soldado Antonio Ruiz “Falucho”. La guarnición española se subleva e iza la bandera de España en el mástil de la fortaleza, donde estaba de centinela Ruiz, soldado negro del Regimiento Río de la Plata. Al negarse a rendir honores fue inmediatamente fusilado. Se dice que antes de caer gritó “¡Viva Buenos Aires!”

Aquella noche del mes de febrero de 1824, se sublevó la guarnición patriota del Callao, la cual estaba compuesta por los restos del Ejército de los Andes; que eran el regimiento Río de la Plata, los batallones 2º y 5º de Buenos Aires, y los artilleros de Chile.
Estos pobres soldados se sublevaban porque les debían cinco meses de paga, a lo que se agregó que el día anterior se habían abonado los sueldos de los jefes y oficiales, el deseo de regresar a la patria, ya sea Buenos Aires o Chile, y la repugnancia de tener que embarcarse hacia el norte para engrosar el ejército de Bolívar dio comienzo al motín. Fue encabezado por Dámaso Moyano y Francisco Oliva, ambos sargentos del Regimiento del Río de la Plata, la tropa se entregó a los excesos. Al ver la indisciplina reinante, el mulato Moyano, acepta la sugerencia de Oliva de consultar al coronel realista José María Casariego, que estaba prisionero y alojado allí, este vio el partido que podía sacar de la situación y aconsejó reemplazar a los jefes patriotas por los españoles.
Los peruanos no se decidían a pagar los sueldos atrasados, Casariego los convence de que se unan a las filas realistas donde serían recompensados, mientras que en las patriotas recibirían castigo. En medio de este desorden se desenlaza la admirable historia de Falucho. En esto vamos a seguir al relato de Mitre que él publicó por primera vez el 14 de mayo de 1857 en el periódico Los Debates.
La noche del 6 de febrero hacia guardia en el torreón del Rey Felipe el negro Falucho, que pertenecía al regimiento del Río de la Plata. Falucho, este su nombre de guerra era muy conocido por su valentía y por su patriotismo, era porteño y amaba a su ciudad. Como muchos en caso igual había sido envuelto en la sublevación, que hasta aquel entonces no tenía más carácter que un motín de cuartel. "Mientras que aquel oscuro -cuenta Mitre- centinela velaba en el alto torreón del castillo, donde se elevaba el asta-bandera, en que hacía pocas horas flameaba el pabellón argentino, Casariego decidía a los sublevados a enarbolar el estandarte español en la oscuridad de la noche, antes de que se arrepintiesen de su resolución". En ese momento se presentan ante el negro Falucho, los soldados con el estandarte español, contra el cual combatía desde hace 14 años. Falucho no lo podía creer, y sintiéndose totalmente humillado se arroja al suelo y llora amargamente. Los soldados con ordenes de subir el pabellón español, ordenaron a Falucho que presente el arma al pabellón del rey que se iba a enarbolar. Falucho contesta con melancolía recogiendo el fusil que había dejado caer " Yo no puedo hacer honores a la bandera contra la que he peleado siempre ", a esto le gritan "¡Revolucionario! ¡Revolucionario!".
Según Mitre, Falucho les contesta "¡Malo es ser revolucionario, pero peor es ser traidor! (...) y tomando su fusil por el cañón, lo hizo pedazos contra el asta-bandera, entregándose nuevamente al más acerbo dolor. Los ejecutores de la traición, apoderándose inmediatamente de Falucho le dicen que iba a morir y haciéndolo arrodillar en la muralla que daba frente al mar, cuatro tiradores le abocaron a quemarropa sus armas al pecho y a la cabeza. Aquel momento brilló el fuego de cuatro fusiles, se oyó su detonación; resonó un grito de ¡Viva Buenos Aires!, y luego entre una nube de humo se oyó el ruido sordo de un cuerpo que caía al suelo.

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lunes, 7 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL GENERAL MARTIN GÜEMES


El 7 de febrero de 1785, nace en la ciudad de Salta el General Martín Güemes. Su actuación militar se inició en las Invasiones Inglesas, formando parte en 1806, del Batallón Fijo de Buenos Aires. La Revolución de Mayo de 1810 lo encontró en su provincia, organizando allí fuerzas con las que asistió a la Batalla de Suipacha ese mismo año. Formó parte del ejército patriota que sitió al baluarte realista de Montevideo. Vuelto a Salta, tomó a su cargo la dirección de la resistencia popular contra los españoles, neutralizando sus movimientos con una guerra de guerrillas que duró cinco años, permitiendo que el General José de San Martín tuviera sus espaldas a salvo para formar e instruir al Ejército de los Andes. Fue gobernador de Salta entre 1815 y 1820. Su nombre repercutió épicamente en toda la frontera del Norte. Murió a partir de una herida de bala hecha por de un soldado realista, el 17 de junio de 1821.
Güemes se crió en el seno de una familia adinerada. Su padre, Gabriel de Güemes Montero de la Bárcena Campero, nacido Bayero, en la provincia española de Cantabria, era un hombre ilustrado y cumplía funciones de tesorero real de la corona española. Logró que su hijo tuviera una buena educación con maestros particulares que le enseñaron los conocimientos filosóficos y científicos de su tiempo.
Cursó sus estudios primarios en su ciudad natal, alternando la enseñanza formal con el aprendizaje de las labores campesinas en la finca donde vivía con su familia. A los 14 años se enroló en el Regimiento Fijo de Infanteria, cuyo cuartel central estaba en Buenos Aires pero tenía un batallón en Salta a raiz de la rebelión de Túpac Amarú II desde 1781.
En 1805 fue enviado con su regimiento a Buenos Aires, ya que el virrey Sobremonte temía un ataque inglés. Éste se produjo al año siguiente, iniciando las invasiones inglesas, participando Güemes en la Reconquista de Buenos Aires. Al año siguiente participó también de la Defensa de la ciudad y protagonizó una curiosa hazaña: al ver que un barco inglés había encallado por una bajante repentina del río, dirigió una carga de caballería y lo abordó. Fue una de las muy pocas veces en la historia que un buque de guerra fue capturado por una partida de caballería.
En 1808 sufrió una enfermedad en la garganta, de la que surgió una seria deficiencia al hablar, una pronunciación gangosa de las palabras, que causaba la burla de sus compañeros. Todo indica que sufrió las complicaciones que suelen acompañar a la hemofilia, enfermedad que hasta ese momento no era conocida, y que dificulta mucho la cicatrización de las heridas externas e internas. Logró su traslado a Salta.
Después de la Revolución de Mayo de 1810, fue puesto al mando de un escuadrón gaucho en la Quebrada de Humahuaca y en los valles de Tarija y Lípez, impidiendo la comunicación entre los contrarrevolucionarios y los realistas del Alto Perú. En Suipacha, único triunfo de las armas patriotas en el intento de recuperar el valioso territorio altoperuano, la participación del capitán Güemes fue decisiva.
Permaneció en la zona de la Quebrada hasta después de la derrota de la Batalla de Huaqui, y prestó su ayuda a los derrotados que huían; allí comenzó su famosa guerra de recursos, con la que posiblemente retrasó el avance de partidas realistas antes de la llegada del ejército principal, que mandaba el General Pío Tristan.
Con su ayuda, el General Pueyrredón logró atravesar la selva oranense y salvar los caudales de la Ceca de Potosí, que estaba en poder de los realistas. Pero cuando el General Manuel Belgrano asumió el mando del Ejército del Norte, ordenó su traslado. Permaneció en Buenos Aires, agregado al Estado Mayor General.
Al conocerse en Buenos Aires el desastre de Ayohuma, Güemes fue ascendido a Teniente Coronel y enviado al norte, como jefe de las fuerzas de caballería de San Martín, nuevo comandante del Ejército del Norte. Se hizo cargo de la vanguardia del ejército reemplazando en ese puesto a Manuel Dorrego, otro oficial que había sido desterrado por problemas de disciplina.
Se presentó en Salta como el protector de los pobres y el más decidido partidario de la Revolución (de la que empezaban a dudar las clases altas). Pero aun así, no logró nuevos aportes de recursos de parte de la clase adinerada. Es en esta época cuando se evidencia la figura de su hermana María Magdalena “Macacha” Güemes como una de sus principales colaboradores.
San Martín le encomendó el mando de la avanzada del río Pasaje. Poco después, asumía también el mando de las partidas que operaban en el Valle de Lerma (en el que está la ciudad de Salta). De este modo iniciaba la Guerra Gaucha, ayudado por otros caudillejos, como Burela, Saravia, Gorriti o Latorre. Ésta fue una larga serie de enfrentamientos casi diarios, apenas cortos tiroteos seguidos de retiradas. En esas condiciones, unas fuerzas poco disciplinadas y mal equipadas pero apoyadas por la población podían hacer mucho daño a un ejército regular de invasión.
Con su ejército formado por gauchos del campo, rechazó el avance del General Pezuela y posibilitó el inicio de un nuevo avance hacia el Alto Perú. Bajo el mando del General José Rondeau, tuvo un papel destacado en la victoria de Puesto del Marqués. Pero, indignado por el desprecio que mostraba éste por sus fuerzas y por la indisciplina del ejército, se retiró del frente hacia Jujuy. Daba por descontado la derrota del Ejército del Norte en esas condiciones y, en ese caso, necesitaría a sus hombres. Al pasar por Jujuy se adueñó del armamento de reserva del ejército; al enterarse, Rondeau (que era también director supremo) lo declaró traidor
La vuelta se debía también a razones políticas, ya que deseaba desplazar al partido conservador del gobierno salteño. Y, por supuesto, también a sus propias ambiciones políticas.
La retirada coincidió con la llegada a Salta de la noticia de la caída del Director Alvear, lo que quitaba autoridad al gobernador intendente, Hilarión de la Quintana. Por otra parte, Quintana no estaba en Salta, sino que había acompañado a Rondeau — que había sido nombrado Director Supremo, aunque reemplazado interinamente por un sustituto — en su avance hacia el Alto Perú.
Cuando llegó a Salta, el pueblo salió a la calle y pidió al cabildo el nombramiento de un gobernador, sin participación del Directorio. Además de ser el único candidato a la vista, Güemes tenía a su favor la presencia de su hermano, el doctor Juan Manuel Güemes, como uno de los miembros del cabildo para ese año. Éste eligió a Martín Miguel de Güemes con el título de Gobernador Intendente de Salta, jurisdicción integrada entonces por las ciudades de Salta, Jujuy, Tarija, Orán y varios distritos de campaña. Era la primera vez que las autoridades de Salta eran elegidas en la propia provincia desde 1810; desde el punto de vista de muchos salteños, hasta ese momento todo se había reducido a cambiar las autoridades arbitrarias de España por las de Buenos Aires, tan arbitrarias como aquéllas.
El Cabildo de Jujuy se negó a reconocerlo, pero Güemes negoció cuidadosamente para hacerse reconocer como tal. Como esa ciudad tardara en reconocerlo, aprovechó la amenaza de un ataque realista para avanzar con tropas hacia la ciudad, con lo que presionó y logró hacer que el cabildo lo aceptara. De todos modos, el teniente de gobernador local, Mariano de Gordaliza, no podía ser considerado un subordinado complaciente de Güemes.
Dos semanas después de asumir el gobierno, Güemes contrajo matrimonio con Carmen Puch, miembro de una acaudalada familia con intereses en Rosario de la Frontera.
Poco después de su llegada al poder y de saber la reacción negativa de Rondeau, llegó a Tucumán una fuerza desde Buenos Aires que iba en apoyo del Ejército, al mando de Domingo French. Pero como éste tenía instrucciones de derrocar a Güemes al pasar por Salta, le negó el paso hasta que lo hubo reconocido como gobernador. Pero ya era tarde: cuando llegaron a Humahuaca, se enteraron de la derrota de Sipe Sipe en noviembre de 1815.
Rondeau, enfurecido con Güemes por la revolución en Salta y por haberle impedido llegar refuerzos, retrocedió a Jujuy. Con apoyo de Gordaliza, se trasladó hasta Salta y ocupó la ciudad. Pero enseguida se vio rodeado por las guerrillas gauchas y tuvo que capitular, firmando con Güemes el tratado de los Cerrillos, reconociéndolo como gobernador y encargándole la defensa de la frontera. Poco después, Rondeau era reemplazado por Belgrano en el Ejército del Norte, y por Pueyrredón en el Directorio. Pero no habría más expediciones al Alto Perú.
Entonces las milicias gauchas al mando del heroico salteño pasaron a desempeñarse como ejército en operaciones continuas.
Güemes y sus gauchos detuvieron otras seis poderosas invasiones al mando de destacados jefes. La primera fue la del experimentado Mariscal De la Serna, el cual, al mando de 5.500 veteranos de guerra, partió de Lima asegurando que con ellos recuperaría Buenos Aires para España. Después de derrotar y ejecutar a los Coroneles Padilla y Warnes, ocupó Tarija, Jujuy y Salta y los pueblos de Cerrillos y Rosario de Lima. Pero Güemes lo dejó incomunicado con sus bases ocupando Humahuaca, venció a uno de sus regimientos en San Pedrito, y dejó sin víveres la capital de la provincia. De la Serna tuvo que retirarse, hostigado todo el tiempo por las partidas gauchas.
Meses después, el General Pedro de Olañeta, enemigo acérrimo del salteño, volvió al ataque y capturó al más importante de los segundos de Güemes, el General Fernandez Campero, popularmente conocido como el Marqués de Yavi, jefe de la defensa de la Puna. Pero no pudo pasar más allá de Jujuy.
Hubo una nueva invasión en 1818, dirigida por Olañeta y Valdés, y otra más en 1819, mandada por Olañeta. La más importante fue la que mandó el segundo de De la Serna, General Juan Ramirez Orozco que en junio de 1820 avanzó con 6.500 hombres. En todas éstas obligó a su enemigo a retroceder después de haber tomado Salta y Jujuy.
Si bien la estructura militar de entonces no contemplaba un Estado Mayor, en la práctica Güemes contaba con cuadros superiores organizados, entre los que se encontraban el Marqués de Yavi Juan José Feliciano Fernandez Campero; el Coronel Francisco Pérez de Uriondo, responsable militar de Tarija; Coronel Manuel Arias, a cargo de Orán; y el Coronel José María Pérez de Urdininea, proveniente de las filas del Ejército del Norte, en Humahuaca. En el valle de Jujuy estuvieron los Coroneles Domingo Arenas en Perico y el Teniente Coronel Eustaquio Medina, a cargo del río Negro. Más movilidad tenían otros jefes, como José Ignacio Gorriti, Pablo Latorre o José Antonio Rojas. El frente de combate a su cargo tenía una extensión de más de setecientos kilómetros, desde Volcán hasta más allá de Orán, y se conoció como Línea del Pasaje.
Todo el mundo participaba en la lucha: como guerreros los hombres, como espías o mensajeros las mujeres, los niños y los ancianos. Las emboscadas se repetían en las avanzadas de las fuerzas de ataque, pero más aún en la retaguardia y en las vías de aprovisionamiento. Cuando los realistas se acercaban a un pueblo o una hacienda, los habitantes huían con todos los víveres, el ganado, cualquier cosa que pudiese ser útil al enemigo. Por supuesto que esta clase de lucha arruinó la economía salteña, pero nadie se quejaba, al menos en las clases populares. Por cierto, jamás tuvo apoyo alguno del gobierno del Directorio; y la ayuda que le prestó el Ejército del Norte fue muy limitada.
El papel de Güemes en el conjunto era el de organizar la estrategia general y financiarla. Pero tenía un detalle curioso: sus hombres se hubieran hecho matar por él, pero él mismo nunca entraba en combate; nunca se lo reprocharon ni le exigieron que los acompañara. Por eso sus enemigos y los historiadores del siglo XIX lo acusaron de cobarde. No era cobarde: era hemofílico. Cualquier herida le hubiera causado la muerte; de hecho, una herida sin importancia le causaría la muerte.
Güemes había conversado con San Martín sobre sus ideas de atacar Perú desde Chile. Pero San Martín necesitaba tener las espaldas cubiertas, con fuerzas activas en la frontera norte de Salta, para mantener ocupados los ejércitos realistas muy lejos de Lima. La persona más indicada para dirigir esas operaciones era Güemes, y San Martín lo nombró General en Jefe del Ejército de Observación. Éste estaba continuamente informado sobre los movimientos de San Martín en la campaña del Pacífico, y cuando éste desembarcó en la costa peruana, decidió avanzar hacia el Alto Perú.
Pero ya no podía contar con el Ejército del Norte, del que sólo quedaba una pequeña división al mando del Coronel Alejandro Heredia (que estaba a órdenes de Güemes), y algunas armas en Tucumán. Pero éstas estaban en poder del gobernador Bernabé Aráoz, que las estaba usando para tratar de volver a la Provincia de Santiago del Estero a la obediencia a su gobierno.
A principios de 1821, el gobernador de Santiago, Ibarra, pidió auxilio a Güemes, y éste invadió Tucumán, más para apoderarse de las armas que necesitaba que por solidaridad. Pero el ejército salteño, al mando de Heredia (tucumano), fue derrotado por el tucumano al mando de Arias (que era salteño, extraña coincidencia).
El cabildo de Salta, formado por las clases altas de la ciudad, cansadas de pagar las contribuciones forzosas que exigía Güemes, aprovechando la ausencia del caudillo, lo acusó de “tirano” y lo declaró depuesto. Muchos de sus miembros se habían puesto de acuerdo con el general Olañeta para entregarle la ciudad. Güemes regresó sin prisa, ocupó pacíficamente la ciudad, y perdonó a todo el mundo. Ésa fue la llamada "Revolución del Comercio"; aunque fracasada, dio inicio a un partido de oposición, conocido como "Patria Nueva", en oposición a la "Patria Vieja", es decir, al partido de Güemes.
Pero no todo había terminado: Olañeta ya estaba en camino, y mandó al coronel “Barbarucho” Valdez por un camino desierto de la Puna, guiado por miembros de la familia realista Archondo. El 6 de junio, Valdez ocupó la ciudad de Salta, y al salir a combatirlo, Güemes fue herido por una bala. Siguió a caballo hasta una hacienda a dos leguas de la ciudad, pero su herida, como cualquier herida profunda de un hemofílico, nunca cicatrizó.
Murió diez días después, el 17 de junio de 1821, a la intemperie, en un catre improvisado por el Capitán de Gauchos Mateo Ríos, en la Cañada de la Horqueta (cerca de la ciudad de Salta). Tenía 36 años y fue el único general argentino caído en acción de guerra externa.
penas unas semanas después de su muerte, sus hombres obligaron al ejército español a evacuar Salta; la guerra gaucha seguía funcionando. Fue la última invasión realista al norte argentino, con lo que Güemes, aunque no llegó a verlo, finalmente venció a sus enemigos.
En Buenos Aires, la noticia del fallecimiento del general Güemes fue publicada bajo el título "Ya tenemos un cacique menos"; el artículo que lo anunciaba demostraba más alivio por la muerte de un enemigo ideológico que pesar por la pérdida de la ciudad de Salta en manos realistas.

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viernes, 4 de febrero de 2011

ANIVERSARIO DE LOS COMBATES DE ACHUPALLAS, GUARDIA VIEJA Y LA VEGA DE CUMBEO


Con notable simultaneidad, en un frente que sobrepasaba los 300 Km, el Ejército de los Andes conducido por el Coronel Mayor don José de San Martín obtuvo sus tres primeros triunfos en suelo chileno. Uno por cada una de las tres columnas más numerosas, siendo éstas de norte a sur, son las siguientes: - La conducida por el Teniente de Granaderos Juan Galo de Lavalle, que al frente de 25 Granaderos ataca el caserío de Achupallas, en la tarde de ese día, a una partida de 100 realistas que se habían emboscado en las faldas que bordean el valle de Chalaco. Lavalle arrolló al enemigo en una épica carga, y provocó su dispersión.
La conducida por el Sargento Mayor del Batallón 11 de Infantería, Enrique Martínez, que en la última hora del día atacó a los españoles que ocupaban una altura que dominaba el cajón del valle del río Juncal, donde se encuentra el lugar denominado “Guardia Vieja”. Tras algunas horas de combate los derrotó completamente y tomó 43 prisioneros.
Por último, la conducida por el Capitán de Granaderos Ramón Freire, que en la Vega de Cumpeo (caserío al noreste de Tasca), ataca a un destacamento enemigo de unos 100 hombres, los que al llegar la noche se retiraron dejando en el campo de batalla 18 muertos y tomando 20 prisioneros.
Fuente: www. ejercito.mil.ar

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jueves, 3 de febrero de 2011


Con el principio de 1813, sábese que en la isla de Martín García, fortificada por las autoridades de Montevideo, está concentrado un importantes número de soldados, a los que manda el capitán artillero Antonio Zabala, “vizcaíno testarudo, de rubia cabellera, -dice Mitre-, que a una estatura colosal reunía un valor probado”. Se prepara una expedición fluvial, que dirigirá el corsario Rafael Ruiz, con el propósito de destruir las defensas del Paraná y abrir el camino del Paraguay. En Buenos Aires, por consejo de una Junta de Guerra, decídese desarmar las baterías del Rosario y reforzar las de Punta Gorda, además de ordenarse al coronel San Martín que proteja con sus granaderos la costa desde Zárate hasta San Nicolás.
Los atacantes se ponen en marcha ya avanzado enero. Por el Guazú penetran tres naves de guerra de la escuadrilla montevideana y once embarcaciones armadas, con 350 hombres a bordo, entre tripulantes y soldados. El 28 pasan frente a San Nicolás y dos días después fondean a la vista del Rosario. Para impedir un eventual desembarco, el comandante militar de la villa, el oriental Celedonio Escalada, reúne una cincuentena de milicianos, a los que dará apoyo un cañoncito de montaña. Por la noche siguen hacia el Norte y en la madrugada del 31, tras recorrer cinco leguas, están frente a San Lorenzo, donde anclan a unos 200 m de la orilla.

“Este es el punto -dice Mitre- en que el río Paraná mide su mayor anchura. Sus altas barrancas por la parte del oeste, escarpadas como una muralla cuya apariencia presentan, sólo son accesibles por los puntos en que la mano del hombre ha abierto sendas practicando cortaduras. Frente al lugar ocupado por la escuadrilla se divisaba uno de esos estrechos caminos inclinados en forma de escalera. Más arriba, sobre la alta planicie que coronaba la barranca, festoneada de arbustos, levantábase solitario y majestuoso el monasterio de San Carlos con sus grandes claustros de sencilla arquitectura y el humilde campanario que entonces lo coronaba.Un centenar de soldados de Zabala desembarca en las primeras horas de la mañana, llega hasta el convento y se conforma con tomar unas pocas gallinas y melones, dado que el ganado vacuno ha sido llevado al interior. Y como se acercan los milicianos de Escalada, la hueste montevideana torna a sus barcos. La jornada concluirá con un cañoneo sin consecuencias.

En la noche del 31 logra fugar de la escuadrilla un preso paraguayo. Avisa a los milicianos que Zabala, quien según él no dispone de más de 350 hombres, se apresta a desembarcar para apoderarse de los caudales que cree escondidos en el convento y después, seguir viaje al Norte. Estas novedades son participadas por Escalada al coronel San Martín, quien las recibe sobre la marcha que ha iniciado el 28. Ese día, cumpliendo órdenes, partió de Buenos Aires al frente de sus granaderos. Marcha por el derrotero de postas que existen camino de Santa Fe: Santos Lugares, Conchas, Arroyo Pinazo, Pilar, Cañada de la Cruz, Areco, Cañada Honda Arrecifes, San Pedro, San Nicolás, Arroyo Seco, Arroyo del Medio, Rosario, Espinillo y San Lorenzo, ubicada a una legua del convento y a la que llega el 2 de febrero por la noche.

Cuéntase que fue en una de esas noches memorables que se vio por primera vez a este militar tan austero como apegado de suyo a la rigidez del uniforme europeo, divorciado con él, trocando espontáneamente su entorchada casaca y plumoso falucho, por el humilde chambergo de paja americano, para así disfrazado, mejor observar los pausados movimientos del convoy, que seguía de hito en hito, y cuyas altas velas creía a cada paso divisar en lontananza.Al llegar a la posta de San Lorenzo, el jefe de los granaderos se encuentra con un viajero, quien descansa en su carruaje, a la sazón desenganchado. Es Guillermo Parish Robertson, comerciante británico vinculado al Foreign Office. Será testigo del suceso por ocurrir y lo narrará por escrito.


El Combate

Tras reponerse y reemplazar las cabalgaduras cansadas, se reinicia la marcha. Pasada la medianoche, las tropas penetran en el predio rural de los franciscanos y, con el despuntar del día, llegan al convento, cuyos patios ocupan. A nadie encuentran porque los religiosos se han marchado dos días atrás ante la amenaza de nuevos desembarcos. Y éstos no son mera posibilidad: tras el realizado el 30 de enero, hubo un segundo el 2 de febrero, mas no en la costa, sino en una isla vecina.

San Martín cuenta con 120 granaderos y los 50 milicianos de Escalada. Sabe que Zabala tiene el doble de efectivos, pero, como dice a Robertson, duda de que a los montevideanos les toque la mejor parte. Y le agrega al británico: “… su deber no es pelear. Yo le daré un buen caballo, y si ve que la jornada nos es adversa, póngase en salvo. Sabe V. que los marinos son maturrangos”. Y a poco de llegar al convento, se pone a estudiar el terreno: al frente de aquél, dice Mitre, “por la parte que mira al río, se extiende una alta planicie horizontal, adecuada para las maniobras de la caballería. Entre el atrio y el borde de la barranca acantilada, a cuyo pie se extiende la playa, media una distancia de poco más de 300 m, lo suficiente para dar una carga a fondo. Dos sendas sinuosas, una sola de las cuales era practicable para la infantería formada, establecían la comunicación, como dos escaleras, entre la playa baja y la planicie superior”.

Reconocido el terreno, con el alba ubica San Martín a sus granaderos tras muros y tapias, con los caballos ensillados y las armas preparadas. Desde el campanario ve, siendo ya las cinco de la mañana, que de las naves se desprenden lanchas con tropas rumbo al llamado puerto de San Lorenzo, lugar ubicado al pie del barranco y cercano a la desembocadura del arroyo homónimo.

Como allí la orilla es menos escarpada que frente al convento, la pendiente facilita el paso a los 250 infantes de Zavala y el rodar de la artillería, formada por dos piezas de a cuatro. Corrida media hora, ya se ve asomar por el borde de la barranca a los atacantes, formados en dos columnas, con pendones desplegados y alentados por el sonar de tambores y pífanos. Tras descender del campanario, el coronel ordena a los granaderos montar a caballo y no disparar un tiro, confiándolo todo a sables y lanzas.Con su corvo en la diestra, arenga a quienes van a recibir su bautismo de fuego y concluye diciendo: “Espero que tanto los señores oficiales como los granaderos se portarán con una conducta tal cual merece la opinión del Regimiento”, y enseguida se pone al frente de una de las dos divisiones en que ha repartido a la tropa, en tanto que con la otra hace lo propio el capitán Bermúdez. El coronel atacará al enemigo de frente, en tanto que su segundo, dando un pequeño rodeo, lo hará por el flanco de los infantes para impedirles la retirada.La aparición de los granaderos sorprende a Zabala, quien ordena formar a los suyos en martillo porque no hay tiempo para hacerlo en cuadro. Para describir la acción, nada mejor que leer el parte que redactará Rafael Ruiz, jefe de la expedición: “…por derecha e izquierda del referido monasterio salían dos gruesos trozos de caballería formados en columna y bien uniformados, que a todo galope sable en mano cargaban sobre él despreciando los fuegos de los cañoncitos, que principiaron a hacer estragos en los enemigos desde el momento que les divisó nuestra gente. Sin embargo de la primera pérdida de los enemigos, desentendiéndose de la que les causaba nuestra artillería, cubrieron sus claros con la mayor rapidez atacando a nuestra gente con tal denuedo que no dieron lugar a formar cuadro sino martillo. Y tras afirmar que la carga inicial ha sido rechazada y que los granaderos se retiran, sigue diciendo: “…ordenó Zabala su gente a fin de ganar la barranca, posición mucho más ventajosa, por si el enemigo trataba de atacarlo de nuevo. Apenas tomó esta acertada providencia cuando vio al enemigo cargar segunda vez con mayor violencia y esfuerzo que la primera. Nuestra gente formó aunque imperfectamente un cuadro por no haber dado lugar a hacer la evolución la velocidad con que cargó el enemigo..”


Juan Bautista Cabral

El combate -que no durará más de quince minutos y quedará decidido en los primeros tres- pone en riesgo la vida del Jefe criollo y traerá la muerte para varios de sus subordinados. Así, al ser recibida con un nutrido fuego la columna que encabezaba San Martín, su caballo, herido por aquél, lo derriba en tierra y le oprime una pierna al caer. Un arma blanca hace una leve herida en su rostro, y un invasor se apresta a rematarlo con su bayoneta. Con un certero lanzazo salva la situación el puntano Baigorria en tanto que el correntino Juan Bautista Cabral echa pie a tierra y, con tanta fuerza como serenidad, libera a su coronel del peso que lo sujeta, para caer a su vez por obra de dos heridas mortales. Bermúdez será gravemente herido por un disparo hecho desde las naves al mandar en jefe -por tener San Martín un brazo dislocado a raíz de su caída- una segunda carga. Y el teniente Manuel Díaz Vélez, tras desbarrancarse, recibirá tres heridas -una de bala en el cráneo y dos bayonetazos en el pecho- y quedará prisionero.

Al inmediato deceso de Cabral -quien, según la tradición murió exclamando “¡Muero contento, hemos batido al enemigo!”-, se agregarán días después, en el convento, las de Bermúdez y de algunos soldados. Aquél, herido y quebrado en una pierna, falleció el 14 de febrero, mientras convalecía. Con el tiempo, circuló la versión de que, desesperado por no haber podido impedir la retirada de los invasores, se quitó el torniquete que sujetaba el muñón y dejóse morir. Díaz Vélez no logró recuperarse de sus heridas y murió el 20 de mayo. Agreguemos que varios granaderos quedaron inútiles para el servicio y recibieron cédulas de invalidez. San Martín se ocupará de todos y, así, pedirá el 27 de febrero amparo para las familias de Bermúdez y Cabral, haciendo otro tanto el 22 de mayo en favor de la de Díaz Vélez.

La jornada costará a los vencedores quince muertos, veintisiete heridos y un prisionero. Este, el ya nombrado Díaz Vélez, será canjeado al día siguiente junto con tres lancheros paraguayos capturados por los corsarios antes del combate (los tres liberados se incorporarán como voluntarios al Regimiento. Uno de ellos, Félix Bogado, el 13 de febrero de 1826 volverá a Buenos Aires, con el grado de coronel, al frente del resto de los granaderos que regresan en esqueleto al cuartel de origen tras contribuir decisivamente a la libertad de América.

Como trofeos quedan dos cañones, cincuenta fusiles, cuatro bayonetas y una bandera, tomada por el teniente Hipólito Bouchard. Los atacantes dejarán en el campo cuarenta muertos y tendrán trece heridos, entre ellos Zabala, su jefe. Este torna a desembarcar en la mañana del 4 para parlamentar. Solicita carne fresca para atender a los heridos, que se le concederá en cantidad de media res y participa de un desayuno criollo.

El 5, los montevideanos cambian el rumbo y se marchan río abajo. En este día, pasadas las 12, la noticia del éxito llegará a Buenos Aires, donde se la celebra con una salva de artillería y repique de campanas. El 6, San Martín redacta un segundo parte, mucho más circunstanciado, y comunica que, aunque considera que el enemigo no podrá repetir sus invasiones, destaca una vanguardia para que los vigile, en tanto que el resto de sus tropas emprenderá el regreso. No lo hará sin antes visitar a los heridos y despedirse de los conventuales, metropolitanos todos, a los que manifiesta afecto y agradecimiento.Consecuencias del combatePara valorar la importancia del combate del 3 de febrero de 1813, cabe recordar lo expresado por el historiador español Mariano Torrente, quien sostiene que, hasta San Lorenzo, los marinos españoles contaban el número de sus éxitos por el de sus empresas, pero que al chocar con un jefe valiente y afortunado como San Martín, conocieron la derrota. Agrega que el triunfo logrado por el jefe americano le dio arrogancia militar y estímulo para realizar otras empresas. Por su parte, José Pacífico Otero dice que este éxito no fue una gran victoria en el sentido militar propiamente dicho, con un entrevero de 400 hombres, entre atacantes y atacados, se libra combate, pero no se libra una batalla. Hay triunfos, sin embargo, que, siendo pequeños en apariencia, lo son grandes por sus efectos trascendentales, y esto sucedió con San Lorenzo, combate en el cual con sólo dos cargas San Martín liquidó al enemigo en un brevísimo espacio de tiempo. Con todo, nada lo hinchó, ni nada le permitió clasificar de victoria lo que a su entender -la modestia fue siempre en San Martín un rasgo fundamental- era sólo un “escarmiento”.Años después, en su correspondencia con Miller, al referirse a la caballería, el Libertador tendrá muy presente a los granaderos y a este combate al decir: “Hasta la época de la formación de este cuerpo, se ignoraba en las Provincias Unidas la importancia de esta arma, y el verdadero modo de emplearla, pues generalmente se la hacía formar en línea con la infantería para utilizar sus fuegos. La acción de San Lorenzo demostró la utilidad del arma blanca en la caballería, tanto más ventajosa en América cuanto que lo general de sus hombres pueden reputarse como los primeros jinetes del mundo”.


Fuente: Mayochi, Enrique Mario – El Combate de San Lorenzo – Instituto Nacional Sanmartiniano.


Imagen: Obra del artista Fernando Rafael Campos Kiro.